domingo, 16 de marzo de 2008

Un fenómeno llamado Sabina (mania)

El fenómeno Sabina lleva un extenso y cargado prontuario, que termina de verse (de manera definitiva) gracias a la cantidad de bandas tributo que ahora, lejos de la clásica moda de imitar la música anglo de Los Beatles, los Stones, Queen y Pink Floyd, alzaron los ojos a la vieja Europa para homenajear al más poeta de los putañeros y viceversa. Las bandas tributo a Sabina se dieron hace unos 5, 6 años atrás, cuando algunos de los actuales integrantes de Pongamos que hablo de Joaquín se acercaron a la dueña del Saint’s Bar para promocionar el proyecto de la banda. Parece que la idea no resultaba muy convincente, y entonces apareció, con toda la fuerza, la osadía sabiniana: “Déjanos probar dos veces y hablamos”, y las dos veces hubo gente hasta en la orilla de la chimenea. Eso sí: hay que tener en cuenta que los tributos a Joaquín no son una mera consecuencia del boom. De hecho, todos los homenajeantes entrevistados coinciden, sin querer pecar de soberbios, en que también ellos contribuyeron (aunque más no sea, con un granito de su garganta de arena) a desatar el fenómeno que hoy parece no tener límites. Osvaldo “el Indio” Gómez Arce, voz de La del pirata cojo, vuelve muy gráfica la idea: “En los primeros shows, un montón de pibes que venían de levante porque abundaban las chicas, nos terminaban agradeciendo porque habían descubierto, por nosotros, un montón de canciones grosas de Sabina que nunca habían escuchado, o lo habían hecho sin prestarles atención. Y lo mismo pasa con gente que se cree fanática, y termina encontrando en nuestros recitales un montón de canciones inéditas iguales o mejores que las de sus discos”. Y, tal vez, la clave de las bandas tributo sea ésa: no pueden hacerse homenajes de cualquier músico, sino de aquellos gigantes con una obra tan amplia que excede su propia discografía. Con lo cual, la tarea de los homenajeantes radicaría en desarrollar y mostrar las facetas menos célebres de los elegidos que, como Sabina, se ven desbordados por su propio poder de creación. “Es muy loco, porque nosotros tocamos, por ejemplo, ‘Siete crisantemos’, que él nunca hizo en vivo; y también ‘No puedo enamorarme de ti’, una canción que dejó afuera de Dímelo en la calle porque musicalmente es igual a “Golpeando las puertas del cielo” de Dylan”, reflexiona Osvaldo Gómez Arce. Y es que a los integrantes de las bandas tributo no les basta solamente con ser músicos: deben ser también intérpretes, críticos, coleccionistas (para encontrar material para recrear las canciones inéditas) y, hasta por momentos, parecen enamorados obsesivos de la figura de Sabina. “Le he dedicado mi vida a Joaquín y él me la ha resuelto”, dirá Atilio Amir, otro de los sabineros de la primera hora, que llegó a tocar con su banda en el Coliseo y en el Astros. “Es muy loco porque no vienen tanto a escucharnos como a cantar. Somos como médiums entre Sabina y la gente. Cantamos todos: nos convertimos para ellos en una especie de máquina karaoke gigante”, explicó con toda claridad Jorge Dundo. Y así como a algunos les cuesta más que a otros desprenderse del personaje Sabina, también en el público surgen serias confusiones: “Una vez, a Jorge, una chica le mandó una carta con instrucciones para mejorar la letra de una canción, ¡como si la hubiera hecho él!”, cuenta Sebastián Espósito, otro de los Conductores suicidas. Y a propósito del público, cada banda tiene su grupito de 40 o 50 personas que los siguen incondicionalmente. Los integrantes de La del pirata cojo recuerdan el caso de Cintia, una fanática incurable que en una semana fue a verlos miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo, “y lo más llamativo es que el sábado habíamos tenido función en Bragado, ¡a 200 kilómetros de Capital!”. Y sí, en algunos shows pasan cosas extrañas, como en el último de los Conductores suicidas, cuando alguien del público le regaló una entrada de 80 pesos al cantante para ir a ver a su ídolo en común. ¿Por qué Sabina? “Me llega por su ser urbano, su apego al tango y ese humor tan particular. Además, musicalmente te da un abanico de posibilidades muy grande: tocar un rock, salsa, boleros, canciones, tangos, y todo eso sin perder la coherencia. Silvio y Aute me encantan pero son un poco monótonos”, dice Lucas Davis de Pongamos que hablo de Joaquín. “Su poesía es directa y no deja margen a confusión, no tiene la grandilocuencia de un Silvio Rodríguez” dice Atilio Amir. “Serrat es bueno, sí, pero ya es un poco más burgués. En cambio, Sabina tiene letras callejeras y hasta porteñas. Es un reo, te cuenta cosas, historias que si no te pasaron, te van a pasar seguro”, dice Osvaldo de La del pirata cojo. Y los halagos siguen: “Representa la noche, los bares, la vida exacta que tenemos nosotros, los músicos. Tiene una obra extensísima sin repetir ideas. Y encima no es burdo: hasta puede putear, pero siempre con estilo”, expresan los chicos de Conductores suicidas. Cristian, voz de Peces de ciudad, lo resume en una frase: “Es maravilloso, porque es masivo, y al mismo tiempo, de culto”. Por momentos, la admiración de los homenajeantes de Sabina hace recordar a la que profesa Ion en aquel hermoso diálogo de Platón. El rapsoda que le da nombre al texto le cuenta a Sócrates, con cierto aire de preocupación, que solamente puede interpretar y comentar la poesía del gran Homero, y no la de otros poetas como Hesíodo y Arquíloco porque estos últimos lo aburren. Con sólo escuchar el nombre de Homero, en cambio, su atención crece hasta el punto máximo. Sócrates, con la mala leche que lo caracteriza, le responde que el problema es que Ion no sabe hablar de Homero en virtud de una técnica ni de una ciencia, porque si no podría hablar de todos los poetas en general. Para Sócrates, Ion es un eslabón más en la cadena que, partiendo de la Musa, llega a los oyentes. Y es que los rapsodas como Ion tienen solamente un don divino, una especie de entusiasmo o delirio que reciben de las divinidades. Un don misterioso, del que ellos no son dueños ni conscientes, y que supone incluso una pérdida momentánea de la facultad de razonar. Pensándolo fríamente, algo de irracional tienen también los amantes de Sabina: “Cuando viajo en el bondi y ponen un tema de Joaquín, te juro que por dos segundos, antes de darme cuenta de que es de él, siento que es mío”, dice el guitarrista de los Conductores suicidas. Mientras uno de sus compañeros trata de regresar un poco al raciocinio: “Hace poco entendí la clave de este tipo de bandas. No se trata de imitación ni tributo: tomamos la obra de alguien y la transmitimos, que es lo mismo que hacen las bandas de jazz o folklore, pero con muchos autores. Desde que supe eso, toco más relajado”. De la misma banda, Jorge Dundo vuelve a mostrar sin tapujos su pasión: “Gracias a Sabina resucité, dejé de ser un cuadrado, y veo la vida desde otros ángulos”. Técnica, pasión, diversión, identificación existencial. Tributo, imitación, homenaje, interpretación. Las palabras y las razones se multiplican.

Fuente: www.pagina12.com.ar

1 comentario:

Labana dijo...

Y tan fenomeno. Magnífica tu entraa, gracias.

Te invito a que vees la entrevista que Mara Torres y Carlos del Amor le han hecho a Sabina en La 2 Noticias... En nuestra página tienes el vídeo, y si te apetece comentar, opinar... puedes utilizar allí tb los comentarios.

Vídeo de la entrevista a Joaquín Sabina en La 2 Noticias

Saludos desde España,

Mara Torres Página no oficial (Labana blog)